27-06-2017
Lo dice Miriam Puliotti, encargada de realizar la capacitación UTTA de Auxiliar Administrativo para Establecimientos Hípicos, a dictarse en el Nuevo Hipódromo de la Flores y que cuenta con el apoyo del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad de la Nación. “Se formó un lindo grupo humano y homogéneo. Hay ganas de aprender”, subraya sobre una mirada general de los participantes.
Cada asistente llega con puntualidad al Centro de Formación Profesional que está instalado en el Nuevo Hipódromo de Las Flores. En total son 20 las personas inscriptas, con una casi perfecta presencia femenina- sólo hay tres hombres- y cada apunte que anoten en estas diez clases estará centrado en obtener un certificado para sumar al curriculum vitae y abrir la puerta a una posible salida de empleo.
Miriam Puliotti se apresta a comenzar con la segunda clase de este ciclo, en la que se siente a flor de piel el interés por parte de cada uno de los inscriptos. Es una mujer preparada para este tipo de cursos: es procuradora y estudia derecho. “Trabajé en barrios de emergencias”, se presenta y da cuenta que lo social es su punto fuerte.
“Se formó un lindo grupo humano y muy homogéneo. Es gente que quiere superarse. Esta capacitación ofrece interesantes herramientas como el conocimiento sobre administración contable, manejo de redes y programas básicos de computación. Las expectativas son las de inserción laboral”, expresa.
Lo que dice no es exagerado, sino todo lo contrario. Cada caso tiene su propio valor. Ejemplos sobran como el de Karen, que tiene un pequeño hijo de cuatro meses. “Vengo para tratar de conseguir un mejor futuro tanto para mí como para mi hijo”, explica con un tierno amor de madre. Martín es uno de los pocos hombres entre los anotados y tiene vínculo con la hípica. “Trabajo en la agencia de carreras. Conozco el público del turf”, agrega.
“Estudio para contadora y es una oportunidad para anexar conocimientos”, afirma Micaela que llega desde la localidad santafecina de Ayacucho para dar su asistencia. Otra historia es la de Miriam, que fue pionera al incentivar a parte de su entorno familiar para la inscripción. Primero le dijo a su hermana Débora y luego se sumaron sus sobrinos Ruth y Brian. “Por suerte me hicieron caso”, dice la joven que tuvo un pasado como trabajadora del Hipódromo de Santa Fe.
Los lazos sanguíneos parecen tomar una dimensión relevante en este curso. Camila, de 20 años, llegó acompañada de su madre Alejandra, que no oculta su orgullo por esta etapa de la primera de sus hijas como también la “mimada” y confiesa: “Me siento orgullosa de ella”, mientras que Anabel llegó al curso porque su padre, un trabajador en el sector de golf del mismo Jockey Club, se enteró de la existencia de este curso.
A medida que se indaga hay más material para dar hincapié que el objetivo común de cada presente es el de esperanza. Se huele que existe proyección, entusiasmo por su futuro. Van por ese certificado, no sin antes demostrar que sumar conocimientos siempre sirve.