Prevención, manejo y vínculos, en el trabajo

09-11-2021

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Culminó el curso “La etología como base del bienestar del caballo”, desarrollado en tres semanas consecutivas en forma virtual con más de 150 inscriptos de 10 países, como parte del ciclo 2021 de capacitaciones de la UTTA.

 

Con más de 150 inscriptos de la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, España, Estados Unidos, México, Paraguay, Uruguay y Venezuela, se desarrolló en forma virtual el ciclo “La etología como base del bienestar del caballo”, en tres jornadas semanales consecutivas. Con la ingeniera zootecnista María Florencia Godoy al frente de la charla, el encuentro fue parte de la serie de capacitaciones que la UTTA genera fomentando la inclusión y el crecimiento de los trabajadores de la industria hípica, siguiendo la premisa de Carlos Felice, nuestro Secretario General. Siempre se pueden hacer pequeñas acciones que mejoren la calidad de vida de los caballos y como consecuencia las condiciones de trabajo de los trabajadores y las trabajadoras de la actividad y en ese eje se suceden estos cursos que ya son un clásico.

 

Todos se unieron para ser parte de la charla, compartir experiencias, sumar consultas al debate e intercambiar opiniones, incluso con videos para reflexionar y comparar. ¿Qué es la etología? El comportamiento natural de las especies. “El caballo no verbaliza, hay que interpretar señales silenciosas. Podemos darle el ambiente más seguro pero no deja de sentirse una presa. Sí podemos trabajar en que se acostumbre a situaciones lejos de lo natural”, aseguró Godoy. ¿Una palabra clave? Sincronización. La primera temática resultó: Comportamiento natural y percepción del entorno. ¿Cómo anticipar reacciones y prevenir accidentes? “Si el animal está bien, va a darnos más y se enferma menos. Descansa mejor, corre mejor, come mejor, más seguro y predecible”, amplió.

 

“El caballo camina, come, camina, come. Vive en manada, está alerta, le gusta el juego, está dispuesto a aprender cosas nuevas porque es curioso y si sabemos despertarle esa curiosidad, lo va a hacer rápido. Tiene muy buena memoria, lo que puede ser beneficioso o no. Le agrada estar en manada, sentirse acompañado, habituarse a estímulos muy atípicos, como puede ser estar rodeado de elementos fuera de lo común o al tropel. Se siente relajado porque la persona que lo cuida le transmite un estado de calma. Sienten nuestras emociones y expresiones”, continuó la ingeniera.

 

Se profundizó en la importancia de los sentidos: vista (panorámica); tacto (piel, cascos, pelos alrededor del hocico y bigotes le dan mucha información), oído (mayor agudeza que el humano, orejas móviles), gusto y olfato (selectivos con el sabor, tendencia a evitar determinadas partículas). “Cada caballo es único. Tiene diversas personalidades, modos de reacciones y se anticipan por experiencias previas. ¿A considerar? Percepción del entorno, reacción inmediata de supervivencia, ocultan dolor, diferente umbral ante el estímulo y exposición, muy sensibles…”.

 

En la primera clase sumó su voz la exitosa jocketa Andrea Marinhas. “La fusta sirve para avisar. El caballo corre más cuando ve la mano que se está levantando. No hace falta la fuerza. Yo intento golpear sobre la cincha para no llegar al cuerpo. El incentivo es nuestro movimiento con el cuerpo y las riendas. Hay caballos que corren más sin tener que tocarlo. Al pegar fuerte, el caballo va para atrás. Lo tomo como si fuera para mí: si alguien me alienta bien, voy a correr más; si me agreden, voy a ser un fracaso. Hay caballos que se inhiben, hay que darles seguridad. Si siente dolor es posible que no aumente la velocidad”,   compartió su experiencia.

 

En tren de añadir conocimientos, la temática interactiva se enfocó, además, en el manejo e instalaciones para favorecer el bienestar, con los criterios para cada etapa y en cada sistema de alojamiento. “Hablamos de sus cinco libertades y del plano nutricional. El caballo es movimiento. Circulación y digestión están súper conectados”, se mencionó, en el ida y vuelta del aprendizaje, profundizando en la teoría de que “sin pie no hay caballo”, con el detalle de los ligamentos, falanges, vasos y laminillas. “La infosura es lo más temido”, se aseguró.

 

Se vieron videos explicativos en cada jornada. Entre ellos, uno sobre la flexibilidad del casco, con su contracción y expansión. Otro, sobre la sensación de seguridad que adquieren en su interacción con caballos adultos cuando son destetes y están incorporando conocimientos, incluso a través de olores. Sobre la importancia de la entrada en calor, se indicó las claves antes del ejercicio: “Preparar sus sistemas, lubricar las articulaciones e incorporar como rutinas las elongaciones y los masajes, por ejemplo. Hay que adecuar el entrenamiento al nivel y capacidad del caballo”.

 

¿Otra cuestión fundamental? El plan sanitario, tener una buena salud bucal, que no se esté causando lesiones al comer, la nutrición adecuada para cada etapa de su vida y una buena podología. Todo eso encierra la salud preventiva. Y ese fue el disparador hacia el encuentro final, con todo lo que implica el estrés y su fisiología.

 

“Están el estrés funcional y el crónico, que nos preocupa porque debilita el sistema inmunológico; es lo que hay que evitar por el peligro constante cada día de la vida del caballo”, subrayó Godoy, y abrió el debate sobre “qué costo tiene” ese comportamiento y la “estrategia para mitigar los efectos”. La dimensión del vínculo social y los estados emocionales representan parte de la columna vertebral en ese aspecto.

 

Así, se puso énfasis en la prevención y manejo en las diferentes etapas en la vida del caballo, sus consecuencias y el empleo de todos los elementos disponibles en la cría, el destete y el entrenamiento. Para todos, trabajadores de la actividad o curiosos que se anotaron para adquirir enseñanzas, cada minuto fue una oportunidad para instruirse y darle un valor agregado a su relación con los caballos, ganando además en su propia seguridad.