Julieta Murgio, a caballo de una pasión

14-01-2020

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Nuestra delegada de San Francisco hizo equitación, practica polo y es una pieza clave en el crecimiento de ese Jockey Club cordobés.

 

“En cuatro años me pasó de todo”, asegura Julieta Murgio. Por un instante, mira hacia atrás y no puede creer que tenga tanto por describir sobre lo que ha vivido en los últimos tiempos. Aquella niña que aprendía equitación en el Club Hípico de San Francisco no proyectaba ser esta mujer que, a los 24, convierte los sueños en tangibles e invita a vivirlos con la intensidad con la que los relata. Lo suyo es entusiasmo y pasión.

 

Hija de un médico naval y una docente, Julieta se crió en una familia ajena a los caballos hasta que se mudaron “enfrente del Club Hípico y se convirtió en el patio de mi casa apenas empezaba a caminar”. Lo marca con orgullo, con sentido de pertenencia. Hoy, ella es la delegada de personal de la UTTA en ese Jockey Club cordobés, donde se ha convertido en una pieza clave para el desarrollo del polo; la Equinoterapia, con cuatro profesionales terapéuticas, y “contagiar la cultura del caballo”, como llama al hecho de que cada uno aprenda a manejar y a asistir al propio, a partir de un trabajo que se intensificó en 2017.

 

“Cuando papá compró una quinta, el primer animal que tuvimos fue un caballo”, recuerda. Para entonces, junto a sus hermanas Milagros y Rocío había hecho una base yendo a saltar al club. “A los 3 años, andaba; luego, comencé a aprender equitación, pero más grande, a los 14 o 15, ya me gustó más la idea de asistir a los caballos que montaban otros, incluida Milagros. Y a partir de allí, además, como ayudante del veterinario fui tomando más aprendizajes”, amplía Murgio.

 

Se formó en una escuela Agrotécnica, mientras soñaba ser veterinaria. “Pero para eso debía irme a otro lugar y no se podían pagar dos casas en lugares diferentes. Entonces, estudié para chef, me recibí en tres años y estuve trabajando de eso”, describe, siempre sonriente. En su cabeza, los caballos nunca dejaron de estar. Algunas veces despuntaba el gusto de montar unos mestizos para andar.

 

“Por medio de un talabartero conocí a Julián Bossa, que ahora es mi amigo y socio. En ese momento, me invitó a jugar al polo y sumarse a un equipo de mujeres en Rafaela. ¡Yo sabía andar, nada más, pero fui igual! Me dio su mejor yegua, algunas indicaciones y comencé a intentar pegarle a la bocha. Al fin de semana siguiente fui a una práctica, me encantó y me enganché. Le sacaba el auto a mi mamá e iba de San Francisco a Rafaela todas las semanas”, repasa, sobre un momento clave de la historia. “Poco después, él se fue a Europa de viaje y me dejó todos los caballos para que me encargue”. Tomó el desafío casi sin pensarlo.

 

El reencuentro generó nuevos planes. “En un viaje de regreso a casa me comentó la idea de hacer polo en San Francisco. Como yo conocía desde chica a Andrés Balkende, el presidente del Jockey Club, al que le había montado caballos en mi etapa de equitación, fui y se lo propuse. ¡Y lo aceptó!”, continúa el relato. A partir de allí nació otra de las banderas del lugar: el primer club de polo de la ciudad, la construcción de canchas en el óvalo de la pista de carreras y el reconocimiento de la Asociación Argentina, que afilió al club en diciembre pasado.

 

“Al principio presté mi quinta, de dos hectáreas, donde teníamos 30 caballos y piquetes, hasta que se pudiera construir en el predio. Se formó una Comisión, se sumaron socios y trabajamos en la estructura, porque el predio estaba inundado y hubo que hacer obras, con un canal aliviador”, precisa. Lo cuenta en unos minutos, pero llevó meses. Luego, se diseñaron los corrales y el Club House “como para que fuera duradero y funcional”.  La mudanza y el despegue llegó en 2017. En el camino hubo cambios grandes: se plantaron 150 árboles e, incluso, algunos debieron ser reubicados cuando comenzó la construcción de la nueva cancha de polo, “con las mismas medidas que la de Palermo”, precisa.

 

“Estoy como instructora, como profesora, como encargada de los caballos de los socios… Hay 35 y los conozco como si fuera hijos míos”, asegura. En 2018, cambió la cocina por los caballos a tiempo completo. “No sé cómo hago para todo, porque además organizo los trabajos con el herrero y el veterinario, sobre todo para estar al día con las vacunas, y tenemos práctica y competencia de polo, con clases dos veces por semana: los menores, de 4 a 8 años; los potrillos, de 8 a 16, y los adultos. En vacaciones se discontinúan los torneos, pero los chicos tienen más tiempo y a esa edad se asimilan mejor las cosas”, sostiene Murgio.

 

Con el entusiasmo propio y el respaldo del presidente, del club y de los nuevos socios, el polo de San Francisco fue creciendo al ritmo del empuje de Julieta, en paralelo a las otras actividades. “El secreto creo que es que se enganchan cuando conocen el lugar y les gusta lo que les transmito. Vienen a aprender del campo y del caballo, no vienen a la calesita y se van. Lo nuestro no es el polo de la televisión; esto es menos elitista y más campero”, profundiza la delegada de UTTA en esa ciudad. En el impulso, se sumaron montureros, habitaciones para los que llegan a competir, que antes no tenían donde pasar la noche, un taller de herrería… Siempre hay más sueños por cumplir. “La idea fue abrir horizontes. Ahora el Jockey Club de San Francisco es turf, golf y polo”, dice, orgullosa.

 

En paralelo, se anima a jugar torneos en Córdoba y en Santa Fe. “A veces te anotás y jugás en equipo con gente que no viste nunca en tu vida. Otras, te sumás a un grupo que ya conocés. Y vas agrandando tu vida social. En 2019 jugué el campeonato femenino representando a la provincia de Córdoba, en uno de los dos equipos, y fuimos terceras. El sueño de jugar en Palermo siempre va a estar”, redobla la apuesta.

 

“El mundo es tan grande que no tenés idea a dónde podés llegar. El año pasado fui electa delegada de personal para representar a la UTTA. Trabajo para que todos los beneficios y novedades lleguen a mis compañeros. Algunos ni tienen teléfono. Es un rol en el que le das cariño, los integrás, es necesario”, analiza, mientras por su cabeza da vueltas cómo darle forma a una nueva idea. “Creo que este año vamos a hacer una Copa UTTA de polo. Después del verano le vamos a dar forma”, anticipa Julieta. Es tiempo de seguir haciendo realidad otros sueños.